Antonio De Orleans, Duque de Montpensier
Durante más de veinte años, Antonio de Orleans, duque de Montpensier, soñó con el trono español e intrigó sin descanso para obtenerlo. Su vida es la historia de una frustración. Orleans es el nombre de una de las más hermosas ciudades de Francia. El mismo con que se intituló una de las ramas de la familia real francesa, la de los Orleans, que en varias ocasiones disputaron el poder a los Borbones, la línea principal.
Antonio de Orleans, duque de Montpensier, conspiró incesantemente para hacerse con el trono ocupado por los Borbones españoles. Era hijo de Luis Felipe de Orleans, proclamado rey de Francia tras la Revolución de 1830. Luis Felipe, al que los franceses llamaron “rey barricadas” comenzó a planificar las bodas de sus distintos hijos. Para su hijo Antonio, pensó en casarle con la reina Isabel II de España, pero pronto los ingleses (que están estos los saraos) conspiraron para evitar la boda, informando al embajador francés que la reina tenia una enfermedad grave y que moriría en pocos meses. Por lo que se concertó el casar a Antonio con la hija menor de Fernando VII, María Luisa Fernanda.
Este enlace fue, pues, concebido como un primer paso para escalar al trono de España. La entrada de Montpensier en Madrid fue espectacular, vestido de mariscal de campo (aunque acababa de cumplir 22 años) y luciendo en su pecho la Legión de Honor. La infanta española quedó impresionada. Por otro lado, se concertó el matrimonio de Isabel II con su primo Francisco de Asís de Borbón, un joven cuya orientación homosexual era vox populi, como ponen de manifiesto los motes y las coplas de la época.
La doble boda se celebró en Madrid a finales de 1846. Antonio y su esposa se instalaron en París, pero la situación en Francia se complicó para ellos. Una nueva revolución de solo tres días, bastaron para destronar a Luis Felipe en 1848. Fue a raíz del golpe militar de Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del primer Napoleón. Los Orleans huyeron a toda prisa de Francia, y los Montpensier, tras una breve estancia en Londres, donde su presencia no era grata, decidieron fijar su residencia en España. La mortal enfermedad que teóricamente aquejaba a Isabel II no se materializó. Al contrario, la reina parecía gozar de una espléndida salud. Montpensier se sintió engañado, y comenzó a intrigar contra ella en las revueltas aguas de la política decimonónica española, hasta tal punto que su presencia en Madrid se volvió incómoda.
Para complicar las cosas, reclamó la herencia de su esposa, que alcanzaba la considerable suma de 57 millones de reales. Este interés se explicaba por su delicada situación económica tras el destronamiento de su padre. La herencia abría un frente de discordias familiares que se sumaba a los cada vez más frecuentes desencuentros políticos que tenía con su cuñada. El gobierno lo exilio de Madrid. En pocas semanas Antonio de Orleans y la infanta Luisa Fernanda se aposentaron en Sevilla, aunque estuvieron tentados de hacerlo en Granada. Montpensier se interesó por el palacio que Carlos V había mandado construir en el recinto de la Alhambra y trató de comprarlo al Estado, pero no tuvo éxito. En Sevilla adquirió el palacio de San Telmo (actual sede de la presidencia de la Junta de Andalucía), que acomodó como residencia por la grandiosidad del edificio y su ubicación a orillas del Guadalquivir.
La muerte del presidente Narváez, el más firme apoyo con que contaba Isabel II, en la primavera de 1868 marcó el principio del fin de su reinado. Desde comienzos de aquel año estaba en marcha una conspiración de altos vuelos para destronarla, y uno de sus centros era el palacio de San Telmo, donde se celebraban reuniones a las que asistían militares y políticos. Antonio de Orleans, que había conspirado contra su cuñada y apoyado financieramente su derrocamiento con una importante suma, se sentía traicionado. Cuando Prim planteó la monarquía como forma de Estado e inició la búsqueda de un candidato al trono, Montpensier albergó esperanzas. Su influencia era grande entre un buen número de generales, y ejerció mucha presión desde las numerosas cabeceras de prensa que subvencionaba con generosidad. Conspiró de nuevo y movió los hilos que le permitían sus ya ingentes recursos materiales para hacerse con la Corona, pero se encontró con la férrea oposición de Prim. En el enfrentamiento político por el trono a lo largo de 1869 y 1870, Montpensier contó con partidarios y detractores. Entre los últimos destaca el infante don Enrique de Borbón, primo y cuñado de la reina. Este le insultó públicamente y se negó a retractarse, por lo que el duque le retó a un duelo a muerte. Montpensier salió vencedor, pero el asunto perjudicó sus aspiraciones.
En la votación realizada por las Cortes en noviembre de 1870 para la elección de rey, solo obtuvo 27 votos, frente a los 191 reunidos por Amadeo de Saboya, el candidato apoyado por Prim. La derrota institucional no frenó su ambición. En las semanas siguientes a la elección de Amadeo, en Madrid hervían las intrigas y se hablaba sin reparo de la trama para matar a Prim. En los círculos políticos se especulaba con que el italiano renunciaría a la Corona de España si el general Prim era asesinado. El atentado que costó a este la vida tuvo lugar en la madrileña calle del Turco a finales de diciembre. Numerosos indicios apuntaron a la implicación del duque de Montpensier en el magnicidio. Sin embargo, Amadeo no renunció, y cuando en 1873 abdicó de sus derechos al trono, los republicanos vieron llegada su hora y proclamaron la efímera I República.
Algunos años más tarde, las ansias de poder de Montpensier encontraron un nuevo camino cuando el hijo de Isabel II subió al trono. Alfonso XII se enamoró perdidamente de su prima María de las Mercedes de Orleans, una de las hijas del duque, con la que contrajo matrimonio en 1878.Desde su nueva posición como suegro del rey, trató de influir en las altas esferas de la política española, como revela la correspondencia con su hija. El rechazo de Antonio Cánovas del Castillo, presidente del gobierno, y del propio Alfonso XII cercenó sus pretensiones, que recibieron el golpe definitivo ante la inesperada muerte de María de las Mercedes pocos meses después de la boda. La joven reina había abierto un portillo a las relaciones entre Isabel II y su cuñado. Su muerte no supuso el fin de aquellas. El duque intentó un nuevo enlace de Alfonso con una de sus hijas, pero no fue posible.
Sus últimos años los pasó alejado de la política, que para él había sido en buena medida conspiración, dedicado a la administración de su inmensa fortuna y a una vida familiar. Murió en Sanlúcar de Barrameda en 1890, a los 65 años. Fue enterrado en el Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial.
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